Pretender incorporarse en el seno de la masonería por intereses privados o por objetos particulares, sería absurdo y efectuarlos son encontrar en sí toda la abnegación que la masonería demanda, es un engaño. La Masonería tiene secretos fundados en la razón y en la justicia, que no pueden penetrarse, y juramentos que no pueden quebrantarlos, pero ni unos, ni otros, se oponen en lo más mínimo a la religión, a las leyes y a la moral. El aspirante que intente su incorporación por curiosidad, no consigue su objeto, porque los misterios en que está envuelta la Masonería, y que forman sus secretos, se van comunicando por grados que se confieren después de muchas pruebas de fidelidad, al que los merece y nunca los solicita. El que aspire a proponerse como candidato, debe ejecutar la temperancia, ser industrioso y aplicado a su profesión, fiel a su jefe o maestro, practicar la virtud, partir el pan con el necesitado y no comer el de otro sin pagarlo, enseñar el verdadero camino al viajero extranjero o extraviado, huir del juego, de la embriaguez, de la usura y de todos los vicios que condena la moral, y finalmente prestar a sus hermanos cuanto socorro, auxilio y protección le permitan sus circunstancias, pero sobre todo trabajar con Fe, Constancia, por el triunfo de la verdad, sosteniendo una lucha sin cuartel en contra del obscurantismo y de la ignorancia en todas sus manifestaciones.